Al día siguiente Amy se llevó a Stitch a clase... Llegó el recreo, otra vez los chicos se acercaron con intenciones malévolas... Empezaron las burlas. Amy se enfadó, grito, gimió, suplicó que le dejaran en paz. Pero ellos erre que erre, ajena a las quejas de la chica; incluso parecían disfrutar de ello. Stitch lo estaba viendo, le estaba doliendo mucho ver a su amiga en esa situación. Era demasiado. Así que se enfrentó contra ellos, les miró amenazadoramente y sacó los dientes. Rugía.
-¡Dejad a Amy tranquila! ¡Meega nala kweesta!- les amenazó Stitch.
Los chicos retrocedieron y escaparon. Los dientes afilados y las garras mortales y el carácter fiero de la criatura les asustó.
-¡Muchas gracias, Stitch!- exclamó Amy, agradecida, acariciándole la cabeza. Peluda y mullida.
-Para eso están los amigos- le correspondió Stitch.
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